'El caso Asunta' ya ha llegado a Netflix. El pasado 26 de abril la plataforma estrena una de las series más esperadas del año, que narra el suceso que marcó un antes y un después en la ciudad compostelana

La serie de seis episodios, producida por Bambú Producciones y desarrollada por el guionista y productor Ramón Campos, sigue la investigación del asesinato de una niña de 12 años de origen chino. La pequeña fue adoptada por Rosario Porto y Alfonso Basterra, y su cuerpo apareció sin vida en una pista forestal de Teo (A Coruña).

La ficción se ha convertido en uno de los estrenos más esperados de la plataforma y las reacciones no se han hecho esperar. El brillante trabajo de los actores se están llevando los aplausos de los espectadores. Candela Peña y Tristán Ulloa han conseguido dar vida a la perfección a Rosario Porto y Alfonso Basterra. Tal ha sido la caracterización y el estudio de los personajes que tenía que interpretar, que la propia actriz desveló como en alguna que otra ocasión llegaron a confundirla con la madre de la pequeña Asunta.

Esta no es la única pieza que narra uno de los asesinatos que más conmocionó a España en los últimos años. Netflix cuenta en su catálogo con 'El caso Asunta: Operación Nenúfar', una serie documental de 3 episodios que narra los hechos fuera de la ficción y en el que salen imagen de los dos acusados.

La carta de Alfonso Basterra al director de 'El caso Asunta'

Detrás de 'El caso Asunta: Operación Nenúfar' se encontraba también Ramón Campos. El director, que ahora ha dado vida a esta ficción, quiso narrar lo ocurrido desde otra perspectiva. Una decisión que le llevó a recibir una carta de propio Alfonso Basterra y que le hizo llegar desde prisión.

"Estimado señor Campos,

En cartas anteriores le he transmitido la rabia y la ira que lleva destrozándome y devorándome desde hace tres años. Rabia e ira hacia el juez instructor, hacia el fiscal, los abogados de la acusación particular, los medios de comunicación y, muy particularmente, hacia la persona que acabó con la vida de mi niña.

Pero estos sentimientos me llevarían indefectiblemente hacia la locura y la autodestrucción y eso es algo que no puedo ni debo tolerar, porque abandonaría la esencia de mi yo, del que algo aún queda y acabaría derrotado por fuerzas ajenas a mí. De modo que tras mucho pensar, he entendido que el perdón es mi camino. La única forma posible de mantenerme en mi camino y sortear este gran reto que el destino me ha puesto.

Puede que no se lo crea, pero después de muchas horas de meditación considero que este nuevo rumbo es, además del acertado, el definitivo. No puedo volver a caer en episodios de cólera como los que he vivido. 

Es más, he llegado a la convicción de que todos ellos actuaron bajo un signo profesional del que estaban convencidos y con arreglo a la más pura de las éticas. Equivocados totalmente, pero sin saltarse la ley y sin ánimo alguno de condenar por condenar. Se sorprenderá, pero cuando dentro de seis años, como mínimo, tenga el tercer grado en lugar de asesinar a los citados, como en tantas ocasiones imaginé, lo que realmente deseo es sentarme en una cafetería con ellos y debatir, si lo desean, lo que fue aquel juicio.

Pero lo que nunca haré será exigirles perdón, todo lo contrario, seré yo quién les ofrezca mis disculpas por tan terribles pensamientos surgidos de una locura inimaginable que no deseo a nadie. Y por la misma razón haré lo propio con el asesino o asesina de mi niña, porque ahora sí, estoy convencido de que su acción fue fruto de esa locura, ya que nadie en pleno uso de sus facultades mentales cometería una monstruosidad como esa.

Para terminar le haré una confesión: cuando recupere mi libertad, tengo el firme propósito de desaparecer, nadie volverá a saber de mí, ni tan siquiera Rosario Porto.

Solo tengo una razón para seguir con vida, que no es otra que volver a ser un hombre libre y reunirme con mi niña, nunca antes. De hecho ya tengo pensado el cómo y el dónde, tan solo me falta el cuándo pero todo llega.

Mi verdadera condena no es la prisión, señor Campos, sino no haberla podido socorrer cuando más me necesitó. Eso es algo que nunca me podré perdonar. Así que cuando conozcan mi fallecimiento le ruego que descorche una botella de cava y brinde con los suyos, solo en ese momento comprenderá que he recuperado mi felicidad. Mi niña me necesita y yo a ella.

Atentamente: Alfonso Basterra Camporro".