JUZGADO POR TERRORISMO

El jubilado que envió una carta explosiva a Pedro Sánchez "quería hacer una bengala, pero internet te enseña a hacer la bomba atómica"

Pompeyo González, de 74 años, está acusado de terrorismo y de fabricación de artefactos explosivos

El jubilado acusado de enviar cartas bomba, entre otros a Sánchez, lo niega todo

Agencia ATLAS / Foto: EP

Alberto Muñoz

Pompeyo González, el jubilado acusado de enviar seis cartas bomba a finales de 2022 —entre ellas una a Pedro Sánchez—, sostiene que él no es un terrorista, sino un aficionado "al bricolaje y a la aviación". "Yo solo quería hacer una bengala para mi dron, pero es que te metes en internet y te sale todo, incluso cómo fabricar la bomba atómica", ha justificado hoy durante su declaración en la Audiencia Nacional.

La Fiscalía, sin embargo, no parece haber comprado la versión de que Pompeyo no sea más que un jubilado de 74 años atrapado por el algoritmo de Google. Más bien, dice, es un hombre que actuó movido por "finalidades terroristas" y que no solo intentó "alterar la paz pública, sino que lo consiguió".

En su conclusión, el Ministerio Público ha recordado las numerosas pruebas en su contra y ha mantenido la petición de 22 años de cárcel y seis de libertad vigilada por un delito de terrorismo y otro de fabricación y empleo de explosivos en su modalidad agravada. La Asociación de Víctimas del Terrorismo, por su parte, pide 24 años de prisión.

Sobres para guardar postales

La versión que defiende Pompeyo, sin embargo, no puede estar más lejos de esa "finalidad terrorista" de la que habla la fiscal. Él habla de una "maldad", una "calumnia" para imputarle unos hechos no demostrados.

¿Por qué compró sobres similares a los de las cartas explosivas?: "Para guardar unas postales, pero no me convencieron". Y, ¿por qué tenía las pegatinas donde se escribió el nombre de los destinatarios de las cartas bomba?: "Para poner el nombre de las ciudades". ¿Las cerillas?: "Para hacer una bengala para el dron". ¿Y los clavos?: "Para unas vigas del pueblo".

Esa extraña línea entre lo rocambolesco y lo costumbrista del que fuera enterrador en Vitoria se mantuvo durante todo el interrogatorio. Pompeyo, por ejemplo, sostuvo que le robaron su ADN, el que luego apareció en los sellos, que también abrieron su correspondencia y que le quitaron hasta los datos de sus facturas.

Su defensa, por su parte, dijo que las cartas "no eran una bomba, sino más bien un petardo grande", y que el "potencial lesivo" de los artefactos explosivos no era para considerarlo tal.

Los objetivos de las cartas bomba

La tesis principal que defiende la investigación, por su parte, es que Pompeyo González pretendía ejercer presión para protestar por el apoyo de occidente a Ucrania en su guerra contra Rusia. "Me gusta informarme de todo", zanjó el jubilado, que intentó, por ejemplo, aprender ruso, pero dice que solo sabe "decir 'gracias'".

Además del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, los otros cinco objetivos de las cartas enviadas presuntamente por Pompeyo a finales de 2022 fueron la ministra de Defensa, Margarita Robles, las embajadas de Estados Unidos y Ucrania (donde resultó herido leve uno de sus trabajadores), la base aérea militar de Torrejón de Ardoz y una empresa de transportes de Zaragoza.

Un jubilado "muy maniático"

Los policías que le vigilaron durante los días previos a su detención le describieron durante el juicio como un hombre "muy maniático", capaz posiblemente incluso de darse cuenta de que le estaban vigilando en su vivienda, pero también templado hasta el extremo de no perder la calma ni siquiera cuando fue detenido por enviar un artefacto explosivo a Pedro Sánchez.

Además del presidente del Gobierno, los otros cinco objetivos de las cartas bomba enviadas presuntamente por Pompeyo a finales de 2022 fueron la ministra de Defensa, Margarita Robles, las embajadas de Ucrania y Estados Unidos, la base aérea militar de Torrejón de Ardoz y una empresa de transportes de Zaragoza.